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- Entre vampiros y entrevistas de trabajo
Posted by : Alberto Fernández
diciembre 08, 2014
Uno de los libros que más he disfrutado leyendo es Drácula de Bram Stoker, una joya de la novela gótica del romanticismo. Una de las escenas que más me gusta, el joven abogado Jonathan Harker se encuentra cenando, recién llegado al castillo de Drácula, y está siendo sometido a una serie de preguntas por parte del vampiro. Poco a poco, el sr. Harker comienza a vislumbrar que aquella aventura le va a exigir mucho más que sus fantásticos conocimientos sobre derecho y legislación inmobiliaria inglesa y que, por la contra, lo que puede esperar a cambio es muy poco, o mucho, ya que su vida es la que está en juego.
Más de una vez, lo confieso, he pensado que muchos candidatos deben sentirse igual cuando se enfrentan a una entrevista de trabajo, conscientes del peligro, esperando el fatídico momento en que el vampiro salte sobre su yugular y le deje sin una gota de sangre. Y no me extraña.
A pesar de que uno puede leer mil artículos y libros de cómo enfrentarse, palabra que ya de por si me parece poco apropiada, a una entrevista de trabajo, y comparto muchas de las ideas que por lo general, suelen esgrimirse al respecto, no puedo evitar algunas veces, principalmente por haberlo experimentado, sentirme como una víctima ante su vampiro.
Cuando uno acude a una entrevista, uno de los principales consejos es que el candidato no debe mentir, ya bien en la redacción de su curriculum, ya en la propia entrevista a las preguntas que haga el seleccionador. Ahora bien, nadie nos ha dicho que la empresa tampoco debería mentir, y muchas lo hacen, vaya si lo hacen. Lanzan una serie de promesas y realidades que luego, con el paso del tiempo y si el candidato ya es un empleado, comprueba que se han esfumado con el viento. Como dice el refranero popular, muchas compañías se guían por ese mantra de "prometer hasta meter, y una vez metido, nada de lo prometido."
Situación que muchos pensarán no tan cotidiana y sin embargo, mucho más habitual de lo que parece. Basta un breve repaso por muchas de esas empresas que se dicen consultoras o empresas de outsourcing, cuando realmente lo que son es empresas de sub-contratación y cesión de trabajadores. Empresas que si uno visita sus paginas web corporativas, comprueba deslumbrado el inmenso y gran abanico de servicios que ofrece, algunos incluso que no tienen relación unos con otros, pero que a la hora de aparentar, cumplen su función. Luego, una vez que uno ha sido ligado, descubre que su pareja no luce una espléndida melena, sino una peluca.
Empresas que alardean de increíbles planes de carrera, fantásticas oportunidades de formación, posibilidades de movilidad internacional, planes retributivos competitivos, políticas de recursos humanos centradas en la persona y que, por arte de magia, desaparecen inmediatamente uno firma el contrato.
Otra de las situaciones que en las entrevistas más me llaman la atención es lo poco que se usa de forma correcta, una estrategia ganar-ganar. Uno lee una oferta laboral o acude a una entrevista, y no puede evitar la sensación de que es él que lo tiene que aportar todo: formación, experiencia, habilidades, conocimientos, motivación y un largo etcétera y que la empresa, con el sueldo cumple su función. La empresa pide que se lo des todo y ella, intenta comprártelo a precio de saldo y sin ningún tipo de promoción.
Esa actitud es muy común en el mercado laboral español, tan centrado en la aptitud y los conocimientos, dominado por ese terrible monstruo de la "titulitis" y tan lejano de otras realidades laborales que priman la actitud, la motivación y la capacidad de aprendizaje, dando un valor justo y determinado a la formación anterior. He comprobado que en España, un título sirve para decir que únicamente soy bueno para eso en lo que me he formado, cuando en realidad, y así es como se ve fuera, debería comunicar que igual que he sido capaz de aprender eso, también puedo llegar a aprender otras cosas. Nuestros recursos humanos se centran demasiado en las habilidades horizontales y muy poco o nada, en las habilidades trasversales, que por otro lado, son las que ayudan a formar un auténtico talento.
No es el primer caso de responsables de recursos humanos que se quejan de haber encontrado actitudes muy deseables para su compañía entre los candidatos que entrevistan, pero que han tenido que descartar porque no poseían la formación requerida. Yo me pregunto, ¿por qué no haberles formado? Es más fácil y rápido dar aptitud a una persona con actitud, que lograr que una persona con aptitud, adquiera ciertas actitudes favorables para el desempeño profesional. Aunque no imposible, desde luego.
Quizás la situación de desempleo en España favorezca ahora mismo este tipo de actitudes por parte de algunas empresas, y que se sientan en la situación de poder como Drácula ante su invitado, ahora bien, no hay bonanza que cien años dure, ni tormenta que no escampe. Y esta tormenta va a escampar, y las empresas volverán a enfrentarse a un escenario donde atraer mano de obra cualificada, con verdadero talento, será una auténtico escenario de alta competitividad y ante ese cambio, veremos cómo reaccionan los invitados, esos que anteriormente han sido mordidos por el vampiro, cuando dispongan de una estaca de madera y un martillo.