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- La alegre belleza de lo cotidiano: introdución a una estética de las emociones
La Estética es una rama independiente de la filosofía que comenzó a tomar forma a partir del siglo XVIII, momento en que se separa de la metafísica. Fue el filósofo alemán alemán Alexander Baumgarten, en su obra Reflexiones filosóficas acerca de la poesía (1735), donde se introdujo por primera vez el término. Si bien es cierto que ya desde Platón y Aristóteles la filosofía mostraba una preocupación por definir lo bello, la Estética intenta ir más allá del estudio de la belleza, abarcando también lo feo, lo cómico o lo trágico. La palabra deriva de las voces griegas αἰσθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e -ικά (ica) «relativo a».
Personalmente, una de las teorías estéticas que más que atrae es la expuesta por el filósofo alemán y discípulo de Hegel, Karl Rosenkranz, recogida es su obra Estética de lo feo (1853). En ella, define la belleza como lo espontáneo y lo libre, mientras que la fealdad es entendida como la falta de natauralidad, de gracia y libertad.
La belleza surge, por lo general, de la contraposición entre la belleza sublime y la belleza placentera. Lo bello sublime tiene como principal rasgo la infinitud, mientras que lo bello placentero es la finitud. La belleza como tal no es ni infinita ni finita, sino que comparte naturaleza con ambos rasgos. Podemos concluir por lo tanto, que lo bello se halla en el camino entre lo infinito y lo finito, sin ser lo uno ni lo otro.
Ello puede servirnos para demostrar que también hay belleza en lo cotidiano de nuestras vidad,tanto a nivel privado como público. Y esta belleza de lo cotidiano no es otra cosa más que la felicidad. Nuestra vida será bella si somos felices, aunque la ausencia de ella en algunos momentos no significa que nuestra existencia no pueda catalogarse como bella.
Si entendemos lo bello infinito como el recuerdo y lo bello finito como el mero goce, tendremos que la belleza está entre el recuerdo y el mero goce temporal de nuestros hechos. Ese lugar es la experiencia, entendida ésta como " circunstancia o acontecimiento vivido por una persona.", que es la definición que da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua en su cuarta acepción. Para entender mejor el concepto de experiencia en este contexto, es necesario ahondar un poco más en lo sublime y lo placentero.
Como ya he señalado lo sublime es lo infinito, el recuerdo, es el estado de nuestra vida guiada en lo vivido, en el pasado que revivimos una y otra vez y nos esforzamos en que permanezca. Al otro lado está lo finito, lo placentero, el goce, el estado de nuestra existencia que nos lleva por un camino completamente hedonista, una vida centrada únicamente en el corto plazo, en el momento, el instante, en el presente tirano que no el ahora fecundo. Sin embargo, debemos recordar que la alegría, la belleza, se encuentra entre el camino de ambas, es decir, entre lo infinito y lo finito, el recuerdo y el goce. Y ese camino, ese lugar es la experiencia.
La experiencia es un estado vital que no vive supeditado ni al recuerdo ni al goce, pues se nutre de ambos. La experiencia es en parte recuerdo, porque una vez vivida, nos produce emociones, tanto positivas como negativas, no por el mero hecho de recordarla, sino por haberla experimentado. Por tanto, la experiencia nos motiva a seguir acumulando más experiencias, es pro-activa, mientras que el recuerdo es pasivo, nos instala en la quietud del pensamiento. La experiencia es en parte goce, pero un goce que va más allá del ya, pues los sentimientos y emociones que produce en el instante que la vivimos desaparecen pero se proyectan al futuro, todo lo contrario al mero goce, cuyos estados sentimentales y emocionales mueren una vez hemos vivido el acontecimiento.
Para convertir nuestra vida en algo bello, es decir, en algo feliz, es necesario que la llenemos de experiencias, no de recuerdos o goces. La experiencia es lo único que nos está permitido atesorar y acumular, es lo único que podemos transportar sin aportar peso a nuestra marcha, pues ni nos ata definitivamente al pasado ni nos vuelve esclavos de un presente ciego. Si quieres ser feliz, recolecta experiencias.