Posted by : Alberto Fernández febrero 24, 2015

El 21 de Febrero del 2015, The Economist publicaba un artículo bajo el título "Spanish businesses: Supersize me" intentando poner el dedo en la llaga sobre las dificultades que nuestras PYMES (Pequeñas y Medianas Empresas) tienen cuando dan el salto a 50 empleados. Menciona el artículo que en comparación con el resto de economías europeas,  en España el número de empresas que tiene más de 50 empleados es muy bajo, del 0,5%, en comparación por ejemplo con Alemania, que ronda el 3,1%.

La consecuencia principal para la economía española, según recoge el semanario económico, es una mayor debilidad para soportar cifras de empleo durante periodos de crisis. El pequeño tamaño de nuestras empresas hace que recurrir al despido sea el camino más usado y más fácil para adaptarse a ese entorno de inestabilidad. Algo que por otro lado, confirman los datos, ya que si nos atendemos al período 2008-2013 el empleo en las empresas pequeñas (9 a 49 empleados) ha descendido un 23,5%, según datos del informe Retrato de la PYME 2014, elaborado por la Subdirección General de Apoyo a la PYME.

Ahora bien, la pregunta es, ¿por qué la pequeña empresa en España recurre al despedido de forma tan recurrente, a la hora de enfrentarse a un periodo de crisis?. La primera respuesta es evidente, frente a una caída de las ventas y por ende, de los beneficios, muchas empresas optan por recortar costes fijos reduciendo una de las partidas más importantes, los salarios. Si vendo menos y gano menos, tendré que gastar menos y la forma más rápida de hacerlo, es pagando menos sueldos. Esa es la lógica aplastante de muchos jefes de pequeñas empresas.

No vamos a señalar que sea una medida errónea, porque no lo es, pero no es la única que puede llevarse a cabo. Aquí entramos en el otro aspecto negativo de las pequeñas empresas en España, la falta de gestores preparados. No estamos hablando de personas que desconozcan las entrañas de su negocio, de su actividad, sino que desconocen los aspectos de lo que supone gestionar una empresa.

El problema real, no es ser una pequeña o mediana empresa, sino en que muchos empresarios siguen pensando que una empresa con 100 empleados, se gestiona igual que una empresa con 5. Lo negativo no es tener un tamaño u otro, sino no ser capaz de diagnosticar a tiempo los males que afectan a la empresa, y pensar que aplicando una aspirina (reducción plantilla), podemos contener el problema cuando lo que realmente necesitamos es suturar porque lo que tenemos es un corte y no un dolor de cabeza.

He hablado cara a cara con muchos empresarios afectados por la crisis, personalmente creo que casi todos comparten los mismos rasgos, a pesar de lo peligrosas que son estas generalizaciones, que es una carencia de ciertos conocimientos y habilidades como: 

1.- Carencia de un pensamiento sistémico de la empresa.
2.- Creencia de entender el marketing como únicamente publicidad y nada más.
3.- Desconocimiento de los procesos internos de su negocio.
4.- Falta de hablidades directivas y de liderazgo enfocadas en el desarrollo de negocio.
5.- Visión demasiado corto placista del tiempo.
6.- Cierta falta de ambición.
7.- Carencia de conocimientos financieros

Esta situación puede resumirse en lo que años atrás me repetía un profesor de mi escuela de negocios, en España hay muchos y valientes empresarios y emprendedores, pero una escasez enorme de excelentes gestores.

Una de las características que define a un buen líder es que por lo general, suele encontrarse muy poco a gusto en su zona de confort, lo que le lleva siempre a salir explorar nuevas oportunidades. En el propio artículo de The Economist se recoge la opinión de un rara avis entre los empresarios españoles con pequeñas empresas:
Adrian Ortiz, the boss of Xtraice, a maker of synthetic ice rinks, thinks some of the blame also lies with companies’ bosses, and their lack of ambition. “A lot of people think, why bother growing if I am doing just fine?”

No se trata de que todos los pequeños empresarios se apunten a realizar MBAs en escuelas de negocio, lo cual por otro lado no sería nada perjudicial, pero si a que se dejen asesorar y aconsejar. Se trata de perder ese recelo a que le ayuden a uno, a reconocer que no se puede saber de todo y que, en muchos casos, uno no es capaz de ver la solución por uno mismo y necesita que le apoyen para encontrarla. Una de las lecciones que más me costó desaprender fue que dejarse ayudar no es reconocer una derrota, sino poner una posible solución a mi problema. Dejarse ayudar es a veces, uno de los procesos más difíciles de asumir. Y en las pequeñas empresas, muchos empresarios siguen empeñados en no dejarse.

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