Posted by : Alberto Fernández marzo 22, 2012

Hace unos días me encontraba disfrutando de una agradable e instructiva conversación con un gran amigo en torno a un café. Abordamos, como se hace en este tipo de charlas abiertas y relajadas, multitud de temas tanto divinos como humanos, pero uno en concreto despertó mi atención para compartirlo con mis lectores en este su blog.

Hace pocos meses que mi amigo cambió de trabajo saliendo de su antigua empresa, en la cual pasó periodos muy buenos al principio a otros muy malos al final que motivaron su marcha. La compañía actual parecía resolver muchas de las demandas que él comunicaba a su anterior empresa y por tanto, su ánimo y energía laboral volvían a estar cargadas al máximo para rendir al ciento por ciento. Pero ciertas cosas volvieron, ciertos males endémicos no se quedaron atrás y regresaron haciendo acto de presencia en su nuevo camino. Llegó a la conclusión de que el sector en el cual él se mueve padece de un mal común.

Dispuesto, primero por ser amigo y luego por interés personal, a profundizar un poco más sobre el tema, le pregunté por aquellos males endémicos que él consideraba comunes a todo el sector en el cual él se mueve. Y no crean que tardó mucho en recitármelos, estaba claro que había reflexionado y pensado mucho sobre ello y por lo tanto, no se trataba de una pataleta por haber tenido una mala semana o un acontecimiento ocasional.

No recuerdo exactamente el orden, pero los problemas que enumeró fueron:

  • Falta de verdadero compromiso con el cliente, al cúal se le vende más un producto o servicio que una auténtica solución  a sus necesidades.
  • Mala planificación y gestión de proyectos.
  • Ausencia de una pasión laboral por la labor desempeñada.
  • Olvidarse de que los empelados son ¡PERSONAS!
Todas ellas me parecen debilidades que una empresa debería saber gestionar rápido y de manera eficaz, pero no pude evitar mi sorpresa con la última, pues estaba reconociendo que el sector no era capaz de ver a esos seres que trabajan como PERSONAS, sino como recursos.

Ésto me hizo pensar,¿qué hace una empresa para que uno de sus empleados considere que no los tratan como personas?, ¿saben en la compañía que esa es la emoción de uno de sus trabajadores?, ¿es un mal único y exclusivo del sector de mi amigo? o por el contrario, ¿es algo extendido a todos los sectores profesionales?. A medida que me iba planteando las cuestiones, me daba cuenta de que las respuestas que obtenía no eran nada positivas. Muchas empresas siguen considerando a sus empleados RECURSOS y no PERSONAS.

Y la palabra que me hizo abrir la caja de Pandora fue EMOCIÓN. La gran mayoría de las compañías siguen centradas en una gestión de las personas basadas en los RECURSOS humanos y no en las personas mismas. Esos seres extraños, ocupados y atareados, que polulan de aquí para allá, que pasan horas y horas enfrente de sus pantallas de ordenador, que viajan, que visitan al cliente, que venden, que programan, que dejan de lado en algunas ocasiones su vida personal para dar más tiempo a su vida laboral tienen EMOCIONES. Y no sabemos gestionarlas ni hacemos nada para que ellos mismos lo hagan.

Es fundamental para una compañía que las personas que la componen sepan en todo momento gestionar sus emociones y sentimientos. No estamos hablando de tonterías new age, ni modas orientalistas de gurús o monjes tibetanos, todo lo contrario, se está poniendo sobre el tapete de juego algo fundamental como es que mis empleados deben tener un equilibrio emocional correcto, porque de ese equilibrio saldrá el ímpetu, la fuerza, la dedicación, la pasión y los resultados que harán a mi empresa ofrecer un auténtico valor diferencial.

Ha llegado el momento de que la gestión del cambio, la PNL, el coaching, la gestión del talento, el cuidado y mantenimiento del clima laboral y relacional se establezca, de una vez por todas, en el "core" de la empresa. Ha llegado el momento, de una vez por todas, de desterrar viejos esquemas de ordeno y mando, palo y zanahoria, recompensas no deseadas, falsas esperanzas y mentiras abandonen de una vez por todas uno de los lugares en los cuales pasamos mucho tiempo, nuestro entorno de trabajo. Veo un futuro donde los empleados saben lidiar con las emociones y sentimientos a los que su mundo profesional les enfrenta, donde directivos, jefes y mandos intermedios dejen de ver recursos y vean de una vez por todas a personas con sus complejidades, sus vidas, sus espacios, sus fortalezas y debilidades junto con sus amenazas y oportunidades. Un futuro en el cual la regla es que el líder sea el jefe y sus compañeros sean sus partners. Esa es la meta a la que deben dirigirse las empresas para triunfar y las que lo logren, no tendrán rival porque las personas que la compongan, darán lo mejor de si pues las personas que saben gestionar sus emociones son proactivas mientras que los recursos, no dejan de ser instrumentos en manos de otros.

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  1. Muy buen artículo, Alberto. me ha gustado mucho. Siempre he pensado que al final todo es más simple de lo que lo hacemos, sobre todo si se trata a la gente con respeto. Que falta hace, que te voy a contar...

    Venga, te deseo lo mejor.

    Íñigo.

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    Respuestas
    1. ¡Gracias por tu comentario compañero! Efectivamente, se ha llegado incluso a perder el respeto y muchas veces incluso, los más mínimos niveles de educación y empatía.

      Solo nos queda armarnos de herramientas que no nos dejen caer en esas sensaciones de derrota y abatimiento.

      Un saludo.

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  2. Muy interesante tema el que sacas a la palestra David. El auténtico gestor emocional, ¿nace o se hace? Comparto contigo que ambas posibilidades son factibles y que el verdadero peligro se encuentra en el perfil que tú tan bien has descrito, aquel que se cree con las habilidades y heramientas pero no las ha asimilado.

    No soy un experto, pero creo que a aquel que realmente se ha empapado de la inteligencia emocional y lo ha asimilado, se le nota a leguas. Además, es una persona que no solo lo aplica a su mundo profesional, sino también personal.

    La teoría es el primer paso, la verdadera carrera es dejar atrás los malos hábitos y emociones. CAMBIAR!!! Y por autocrítica, sé perfectamente de lo que hablo ;)

    Gracias por tu interesante y valioso punto de vista. Regresa a este tú blog, un abrazo.

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