Estamos en
tiempos de transformación, zarandeados por los cambios y con una sensación de
impotencia que amenaza con llevarse por delante el capital emocional que
teníamos acumulado como sociedad, como empresas y como personas. La
incertidumbre nos ofrece su cara menos amable y cada vez nos sentimos más
desarmados ante ella. En un contexto de ruido, bronca y declaraciones
altisonantes nos cuesta encontrar el camino para, de verdad, tomar algo la
iniciativa.
Son tiempos de innovación. Sí, de
innovación. Una innovación sobrevenida, que nos viene encima, y que nos hace
sentirnos más objeto que sujeto de la misma. Es lo que tiene la innovación, que
quieras tú o no lo quieras, ésta se produce. Todos somos agentes de la innovación,
activos o pasivos, pero agentes de la innovación.
Cuando se produce un cambio de la
magnitud que estamos sufirnedo, el riesgo de vernos permanentemente superados
por las circunstancias, es evidente. Todo el capital emocional que una
organización tiene corre el riesgo de desaparecer tras el continuo golpeteo de
cirscuntancias externas que se le imponen. Surge la desconfianza, la
desesperanza y el desconsuelo y la organnización, perdida su alma y su fuerza
emocional, tiende a caer en el desánimo y corre el riesgo de desaparecer.
Una innovación sobrevenida es algo
que se nos impone, y por eso nos pilla siempre menos preparados. Qué diferente
es la situación cuando se trata de una innovación anticipada, en la que somos
más agentes activos que pasivos. Una innovación anticipada responde a una
cultura de innovación entendida como un proceso. Una cultura que hace de la
innovación algo estratégico y no puramente operativo. Es una cultura de la
anticipación, que también tiene sus riesgos, pero que permite activar mucho más
el capital emocional de toda la organización.
Es evidente que las circunstancias
nos han pillado con el paso cambiado, pero no podemos permitirnos el lujo de la
pura resignación, porque eso acabaría con nuestras posibilidades de futuro. Da
la sensación de que estamos deambulando por el cuadritátero como el boxeador al
borde del K.O.
¿Cuál es la actitud que debemos
adoptar? Necesitamos buscar dentro de nosotros las fuerzas que todavía tenemos.
Buscar dentro el punto de apoyo para aguantar el tirón y empezar a darle la
vuelta a la situación. Necesitamos activar el capital emocional que nos queda
para parar el golpe pensar en empezar a
tomar la iniciativa.
Y esto tiene que ver con los valores
que necesitamos recuperar. Son unos valores que hablan de trabajo duro, del
gusto por las cosas bien hechas, de la austeridad y la solidaridad. También
hablan de trabajar en equipo, de tomar la iniciativa, aunque entrañe riesgos y
perseverar.
Tenemos que ser flexibles para
adaptarnos a los cambios que no hemos sido capaces de anticipar y, por eso, nos
va a resultar especialmente duro el tránsito, y tenemos que empezar a construir
la nueva cultura de la innovación anticipada. Pensar en el plazo inmediato,
pero construir las bases del futuro. Es el reto de las situaciones de crisis
como la actual. Para eso, trabajar los valores es clave. Y también activar la
cooperación, una cooperación activa. Los valores y la cooperación son
fundamentales para recuperar el capital emocional. Pero, ¿cómo lo hacemos? El
liderazgo es la respuesta. Es la llave para activar la cooperación y recuperar
los valores. Necesitamos un liderazgo práctico, que busque soluciones, que
actúe. Necesitamos un liderazgo de los hacedores. Tenemos que huir de frases
grandilocuentes y hacer. Menos palabras y más hechos. Afrontar los problemas y
darles soluciones. Y necesitamos hacerlo rápido, porque en todo esto el tiempo
vuelve a ser fundamental.
El liderazgo de los hacedores es un
liderazgo que pone fuerzas en marcha. Necesitamos poner fuerzas en marcha más
que vender soluciones mágicas que, desafortunadamente no existen. El peligro de
la superficialidad en el que ha caído nuestra sociedad lleva a la exigencia de
soluciones inmediatas, concretas y que, además, no cuestan esfuerzo. Pro ese
camino no tenemos nada que hacer. El camino es otro. Como decía Antoine de
Saint-Exupéry: “En la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es
preciso crearlas y las soluciones vienen.”
Por último, el liderazgo de los
hacedores tiene que activar el espíritu de lucha y combatir la desesperanza.
Son tiempos duros, tiempos de innovación sobrevenida. Pero no nos podemos
permitir el lujo de dejarnos llevar, porque como decía el poeta Miguel
Hernández: “Quien se para a llorar, quien se lamenta contra la piedra hostil
del desaliento, quien se pone a otra cosa que no sea el combate, no será
vencedor, será un vencido lento.” No debemos olvidar que nuestra respuesta en
el presente condicionará nuestro futuro. Un futuro en el que las fuerzas en
marcha nos hagan protagonistas de tiempos de innovación, pero de innovación
anticipada.