Posted by : Alberto Fernández diciembre 11, 2012

Comenzamos en Smartrategy una nueva sección donde recogeremos artículos que destilen una forma diferente de entender la empresa y el mundo, esa visión inteligente, esa mirada smartrategy.


Estamos en tiempos de transformación, zarandeados por los cambios y con una sensación de impotencia que amenaza con llevarse por delante el capital emocional que teníamos acumulado como sociedad, como empresas y como personas. La incertidumbre nos ofrece su cara menos amable y cada vez nos sentimos más desarmados ante ella. En un contexto de ruido, bronca y declaraciones altisonantes nos cuesta encontrar el camino para, de verdad, tomar algo la iniciativa.
            
 Son tiempos de innovación. Sí, de innovación. Una innovación sobrevenida, que nos viene encima, y que nos hace sentirnos más objeto que sujeto de la misma. Es lo que tiene la innovación, que quieras tú o no lo quieras, ésta se produce. Todos somos agentes de la innovación, activos o pasivos, pero agentes de la innovación.
             
Cuando se produce un cambio de la magnitud que estamos sufirnedo, el riesgo de vernos permanentemente superados por las circunstancias, es evidente. Todo el capital emocional que una organización tiene corre el riesgo de desaparecer tras el continuo golpeteo de cirscuntancias externas que se le imponen. Surge la desconfianza, la desesperanza y el desconsuelo y la organnización, perdida su alma y su fuerza emocional, tiende a caer en el desánimo y corre el riesgo de desaparecer.
             
Una innovación sobrevenida es algo que se nos impone, y por eso nos pilla siempre menos preparados. Qué diferente es la situación cuando se trata de una innovación anticipada, en la que somos más agentes activos que pasivos. Una innovación anticipada responde a una cultura de innovación entendida como un proceso. Una cultura que hace de la innovación algo estratégico y no puramente operativo. Es una cultura de la anticipación, que también tiene sus riesgos, pero que permite activar mucho más el capital emocional de toda la organización.
             
Es evidente que las circunstancias nos han pillado con el paso cambiado, pero no podemos permitirnos el lujo de la pura resignación, porque eso acabaría con nuestras posibilidades de futuro. Da la sensación de que estamos deambulando por el cuadritátero como el boxeador al borde del K.O.

           
¿Cuál es la actitud que debemos adoptar? Necesitamos buscar dentro de nosotros las fuerzas que todavía tenemos. Buscar dentro el punto de apoyo para aguantar el tirón y empezar a darle la vuelta a la situación. Necesitamos activar el capital emocional que nos queda para parar el golpe  pensar en empezar a tomar la iniciativa.
             
Y esto tiene que ver con los valores que necesitamos recuperar. Son unos valores que hablan de trabajo duro, del gusto por las cosas bien hechas, de la austeridad y la solidaridad. También hablan de trabajar en equipo, de tomar la iniciativa, aunque entrañe riesgos y perseverar.
             
Tenemos que ser flexibles para adaptarnos a los cambios que no hemos sido capaces de anticipar y, por eso, nos va a resultar especialmente duro el tránsito, y tenemos que empezar a construir la nueva cultura de la innovación anticipada. Pensar en el plazo inmediato, pero construir las bases del futuro. Es el reto de las situaciones de crisis como la actual. Para eso, trabajar los valores es clave. Y también activar la cooperación, una cooperación activa. Los valores y la cooperación son fundamentales para recuperar el capital emocional. Pero, ¿cómo lo hacemos? El liderazgo es la respuesta. Es la llave para activar la cooperación y recuperar los valores. Necesitamos un liderazgo práctico, que busque soluciones, que actúe. Necesitamos un liderazgo de los hacedores. Tenemos que huir de frases grandilocuentes y hacer. Menos palabras y más hechos. Afrontar los problemas y darles soluciones. Y necesitamos hacerlo rápido, porque en todo esto el tiempo vuelve a ser fundamental.

El liderazgo de los hacedores es un liderazgo que pone fuerzas en marcha. Necesitamos poner fuerzas en marcha más que vender soluciones mágicas que, desafortunadamente no existen. El peligro de la superficialidad en el que ha caído nuestra sociedad lleva a la exigencia de soluciones inmediatas, concretas y que, además, no cuestan esfuerzo. Pro ese camino no tenemos nada que hacer. El camino es otro. Como decía Antoine de Saint-Exupéry: “En la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas y las soluciones vienen.”
             
Por último, el liderazgo de los hacedores tiene que activar el espíritu de lucha y combatir la desesperanza. Son tiempos duros, tiempos de innovación sobrevenida. Pero no nos podemos permitir el lujo de dejarnos llevar, porque como decía el poeta Miguel Hernández: “Quien se para a llorar, quien se lamenta contra la piedra hostil del desaliento, quien se pone a otra cosa que no sea el combate, no será vencedor, será un vencido lento.” No debemos olvidar que nuestra respuesta en el presente condicionará nuestro futuro. Un futuro en el que las fuerzas en marcha nos hagan protagonistas de tiempos de innovación, pero de innovación anticipada.

Publicado en El Economista

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