Posted by : Alberto Fernández febrero 21, 2014


Los contables son como la razón, necesarios para una vida sana, pero en dosis altas pueden convertir en un infierno nuestra existencia. Si nos atenemos a la imagen prototipo de los contables nos los imaginamos como personas de un carácter poco amable, misteriosos, fanáticos de la organización y la burocracia y muy poco amigos del humor y la fiesta. Las viñetas humorísticas de Dilbert los definen como trols, carentes de sexo y como seres basados en el arsénico y no en el carbono como nosotros.


Bromas a parte, los contables son una parte importante de una empresa y ésta debe contar con unos muy buenos profesionales en ese área. Sin embargo, lo negativo es que el resto de directivos piense como un contable, porque la lógica de pensamiento de éstos es clara y binaria, todo lo que no es un ingreso, es un gasto. Y bajo esa forma de entender el funcionamiento de la empresa, la contabilidad de costes se expande por la empresa como un pulpo que lo acaba controlando todo y sometiendo bajo su filosofía ingreso-coste, toda decisión. Así, muchos directivos son incapaces de comprender que, por ejemplo, la formación de los empleados no es un coste sino una inversión de la que se van obtener unos rendimientos. Insisto, son la voz de la razón, debemos hacerles caso hasta cierto punto, pero si únicamente les escuchamos a ellos, a la empresa le faltará alma.

Y una de las herramientas más útiles para "acabar" con esa dictadura contable es la metodología LEAN. Y la frase que mejor resume su filosofía es la de Henry Royce:  “Todo el tiempo que se está trabajando con el producto se añade a su COSTE, pero no necesariamente a su VALOR." Y una de las formas de generar valor, es invertir. De esta forma, bajo el pensamiento LEAN únicamente pueden considerarse coste:

Los defectos y taras.
La sobreprodución.
La acumulación de existencias.
Sobreprocesamiento o procesamiento innecesario. Procesos inadecuados que no aportan nada a la elaboración del producto o servicio.
Movimientos de personal no necesarios.
Transporte de producto innecesario.
Esperas de materiales o puestos de trabajo por cualquier motivo.

Fuera de esos siete factores, cualquier actividad que vaya inducida a crear valor debe ser vista siempre como una inversión de la cual se espera una rentabilidad. Por mucho que el contable entre en cólera y nos recuerde que eso es un coste, debemos ser fuertes y decirles que no, que sabemos que las normas de contabilidad y las leyes nos obligan a tratarlas de esa forma en los informes y documentos financieros, pero fuera de ese ámbito, para la organización no lo son.

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