Posted by : Alberto Fernández febrero 07, 2014

La entrada de hoy es una reflexión en voz alta que me gustaría compartir con vosotros, amigos lectores y por supuesto, que compartáis vuestras opiniones, comentarios y valoraciones.

Existe un extraño proceso que lleva al emprendedor a convertirse en gestor y entonces, como por arte de magia, pierde las fortalezas y debilidades de uno, para adquirir las del otro. Esa frontera es difusa y poco clara y se desconoce exactamente cuándo ocurre, pero pasa.

En las muchas charlas que tengo con amigos y conocidos que ahora mismo trabajan en algunas de las grandes multinacionales del mundo en sectores tan diversos como la banca, la consultoría, las tecnologías y la telefonía o empresas de gran consumo, compruebo algo curioso, en algún momento, el espíritu del emprendedor muta y se convierte en gestor.

Puede ocurrir que sea porque el fundador haga ya muchos años que no está a los mandos de la compañía, bien porque ocupe ya meramente cargos representativos o bien simplemente, porque ha cambiado. Y esa es una de las grandes diferencias entre las empresas hoy en día, aquellas que mantienen entre sus filas a emprendedores y aquellas que mantienen entre sus filas a gestores.

Comparto una tabla que muestra las diferencias entre una y otra forma. Aunque aquí sólo trataré algunas para no extender mucho la entrada del blog.

Emprendedor vs. Gestor
En el momento en que el gestor se instala en la empresa, aparece la obsesión por el control y se entra en esa fase de crear organigrama para controlar al que controla, la empresa engorda, pierde mucha agilidad. También se vuelve conservadora ante los riesgos y cualquier proyecto se estudia, analiza, prospecta, evalúa, controla y se "testea" antes de implantarlo. Vamos, que se pierde mucho tiempo por miedo al fracaso. Un gran amigo mio que trabajaba para una de las grandes multinacionales de consumo del mundo, me contaba como se intentó establecer cierta marca en nuestro país. La susodicha empresa diseñó todo un proyecto de estudio y análisis durante casi un año para saber si la referencia podría tener cabida dentro de nuestro mercado. Los gestores veían un control de los gastos en una inversión que podía ser fallida, es decir, no apostaban creyendo de verdad en su producto, sino que intentaban nadar y guardar la ropa, es decir, gestionar los riesgos. Al final, después de un año y medio, se llegó a la conclusión de que no iba a implantarse la marca. ¿Precavidos y cuidadosos? Quizás. Pero no me imagino al emprendedor que fundó la compañía perdiendo un año analizando y estudiando si su producto es bueno y tiene cabida en el mercado. Alguien decidió que no iba a jugarse su cargo o su puesto por una apuesta que ni le va ni le viene, porque a lo que aspira es a acumular los menos errores posibles en su trayectoria profesional para llegar a la vejez con una jubilación digna.

Comprobamos que los gestores, por el momento, son burocráticos, aversos al riesgo y poco ambiciosos (ojo, no confundir con codiciosos y avariciosos, que si lo son y más en la gran banca de inversión). Pero lo más preocupante, es que si el fundador no ha sido cuidadoso a la hora de seleccionar e inculcar a la cultura de empresa los valores que toda compañía debe conservar de él, lo más probable es que también se pierda la esencia de la misma, su para qué. Hablo de valores como fe en el producto, arrojo, decisión, pasión por los retos, asunción del riesgo, respeto por el cliente.

No digo que los gestores no sean necesarios, al contrario, forman parte vital e indispensable de toda empresa que quiera administrar correctamente sus recursos. Lo que hay que evitar es que toda la empresa, sobre todo en sus estructuras directivas, esté poblada de gestores y no de gestores que conserven la esencia del emprendedor. 

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