Posted by : Alberto Fernández junio 26, 2014

Las emociones son como el agua, se filtran por cualquier pequeño hueco y es muy difícil, sino imposible, hacerlas desaparecer. Forman una parte esencial de nuestra personalidad y además, contribuyen de una forma sustancial e importante a nuestro talento, pues dotan de significado y sentido a nuestra actitud. Sin embargo, nos han enseñado a reprimirlas públicamente, sobre todo en nuestro entorno laboral. Nos repiten una y otra vez que tenemos que caminar, pero insisten que lo hagamos con una pierna menos, preciosa contradicción.

Si nos centramos exclusivamente en nuestro trabajo, nos enfrentamos a entornos cada vez más competitivos, donde cualquier aporte de valor diferencial puede suponer estar un paso más cerca de un objetivo y sin embargo, decidimos emprender la carrera hacia la meta a la pata coja, porque de forma voluntaria en la mayoría de los casos, decidimos amputarnos una pierna. Luego pretendemos correr con soltura e incluso, no caernos. Pues en vez de seguir la marcha, sentémonos un momento y reflexionemos. Yo lo haré con ustedes en voz alta.

Hace unos días, un gran amigo que vive en Londres trabajando para uno de los grupos de comunicación más importantes del mundo anglosajón,  estuvo de visita por Madrid y se hospedó en mi casa. En esas charlas sobre lo divino y lo humano entre dos amigos que se ponen al día, surgió una frase que me llamó poderosamente la razón, más o menos cito textualmente:
Yo a mi jefe no solo le aporto mi trabajo, sino que también le cubro una necesidad emocional. Le aporto seguridad en un momento de grandes cambios en la compañía, y eso lo tiene muy en cuenta.
¡Vaya!, pensé, eso si que es correr con las dos piernas hacia tu objetivo. Mi amigo no es que simplemente cumpla con sus obligaciones profesionales, sino que aporta un valor diferencial frente al resto de sus compañeros, ya que emocionalmente ha logrado comunicar y transmitir a su jefe una componente que él necesitaba ver cubierta, en este caso un sentimiento de incertidumbre e inseguridad, fruto del  miedo a los cambios que se están produciendo en su empresa. Así, mi amigo no solo es un profesional que hace bien sus tareas, sino que también hace disminuir ese miedo y por tanto, aumentar un bien que su jefe anda buscando, la seguridad. ¿Cuál creen que será el posicionamiento de mi amigo en la mente de su jefe?

En este caso en concreto, el valor aportado es positivo y genera beneficios para las partes implicadas. Pero, y esta es la primera lección que tenemos que desaprender, las emociones no se pueden ocultar, están siempre presentes, incluso en el trabajo, por lo tanto, si no las gestionamos, en vez de comunicar una actitud positiva, podemos estar transmitiendo una negativa, cuya consecuencia sea, tomando el ejemplo anterior, aumentar la inseguridad de nuestro jefe. Aquí es evidente que el posicionamiento difiere mucho del de nuestro amigo.

La segunda lección a desaprender es una derivada de la primera, no hay emociones buenas o malas, sino simplemente hay emociones. Y ya que van a estar presentes de forma consciente o inconsciente en nuestra vida, mostrémoslas de una forma inteligente y que aporten de forma positiva a nuestro talento. Así lograremos un valor diferencial que nos posicionará de un modo beneficioso en el entorno competitivo de nuestras empresas.

Por último, la tercera lección a desaprender es que las emociones no se pueden gestionar, son algo irracional sobre lo que poco podemos hacer. Nuestro ámbito de influencia y actuación es más amplio y poderoso de lo que en principio solemos pensar. Por lo general, solemos pensar que para cambiar cosas, debemos actuar en el entorno, lo cual supone tener en cuenta que hay una cantidad ingente de variables que no vamos a poder gestionar. Debemos comprender que para que se produzcan cambios en el exterior, lo primero que debemos cambiar es nuestro interior, y ahí, es donde entra el aprender a gestionar nuestras emociones. Hay profesionales altamente cualificados que nos pueden acompañar y enseñar en esa labor de gestionar de una forma inteligente las emociones.

Una vez desaprendido y aprendido sobre las emociones que nos acompañan y sabemos usarlas y aprovecharlas, estaremos en disposición de ofrecer ese valor diferencial, ese talento ya no mutilado en nuestra empresa y lograr que nuestra valoración profesional tenga un criterio positivo más. En nuestras manos está el seguir corriendo cojo o con todo nuestro talento en el asador.

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